En mi época de estudiante, uno de mis profesores de ‘Diseño de Identidad Corporativa’, lanzó una frase que todavía hoy persiste en mi memoria cuando me encargan el diseño de una nueva marca: «No podemos abrir el Illustrator (software que se usa para diseñar) y empezar a probar eso y aquello sin pensar, primero es necesario reflexionar: hacer un estudio previo, un briefing, pensar en todas las aplicaciones y definir el concepto. Luego podemos empezar a diseñar».
Parece muy obvio, pero a veces, uno tiene que recordar eso; a uno mismo y al cliente: A uno mismo, porqué todo ese proceso previo marcará la diferencia entre un buen y un mal logotipo (o uno sin mucha alma). Si detrás hay un reflexión previa y un buen concepto, hará que esa marca encaje del todo con los valores que se quieren representar, la marca en sí misma y su universo será original – diferenciándose de otras marcas – y envejecerá mucho mejor. En resumen, será más inteligente, más auténtica, coherente y funcionará mejor.
Y a veces también se tiene que recordar eso a algún cliente, que probablemente por desconocimiento no es consciente de la importancia que tiene realizar ese proceso. El fast-design y el low-cost es incompatible con seguir una buena metodología de trabajo para alcanzar un resultado óptimo.
El caso de Montblanc
Montblanc es un fabricante alemán de plumas, estilográficas, relojes y joyería. En 1908 empezaron su actividad con la producción de plumas, pero entonces la empresa se llamaba Simplo Filler Pen Company. Las plumas estaban fabricadas en ebonita de color negro con un remate blanco en el capuchón. Esto provocó que uno de los socios de la empresa hiciera una inspirada analogía: «Por qué no llamarla Mont Blanc?» Al fin y al cabo es negra por fuera, blanca arriba y la más grande entre sus equivalentes. Ese mismo año la compañía comenzó a denominar Montblanc a sus plumas, en alusión a la montaña más elevada y majestuosa de los Alpes.
Anuncio de Montblanc, 1910.
Pero se hacía necesario el uso de una marca gráfica que pudiera constituirse en marca registrada. En 1914, Wilhem Dziambor, responsable publicitario de la compañía, ideó y creó la forma de la estrella de seis puntos en alusión a la cumbre nevada del Mont Blanc. Este icono ha permanecido sin cambios hasta el día de hoy.
Banner publicitario de la web de Montblanc, 2024.
Esta analogía tan acertada es digna de un creativo o una agencia de publicidad, y marcará para siempre la identidad de la compañía. Este caso sirve de ejemplo de la importancia de la reflexión para encontrar un nombre y un concepto sólido que represente la marca. En sus publicidades actuales seguimos encontrando referencias a la montaña de Montblanc. E igualmente, su icono (la forma de la estrella de seis puntos) es un ejemplo de diseño atemporal.
Fuentes: (Caso Montblanc) Historias que marcan, Editorial Gustavo Gili.